Érase una vez, en un mundo de oscuridad y caos, una gran guerra estalló entre las fuerzas del bien y del mal. El enemigo, Satanás y sus secuaces, estaban decididos a destruir todo lo que había de bueno en el mundo y sembraban la oscuridad y la desesperación dondequiera que fueran. Pero hubo un guerrero que se interpuso en su camino, un poderoso arcángel llamado San Miguel.
San Miguel era un guerrero feroz y poderoso, con alas de pura luz y una espada que brillaba con el esplendor del cielo. Se enfrentó al enemigo con coraje y fuerza inquebrantables, luchando contra sus fuerzas oscuras y malévolas con todo el poder de su ser. Y con cada golpe de su espada, ahuyentó las tinieblas, trayendo luz y esperanza a los que habían sido oprimidos y esclavizados por el enemigo.
Pero San Miguel sabía que su batalla no era solo suya. Invocó el poder del cielo y las oraciones de los fieles para fortalecerlo en su lucha. Y así, mientras luchaba contra el enemigo, también oró por las almas de todos aquellos que estaban perdidos y esclavizados en la oscuridad, para que pudieran encontrar la luz y la esperanza que tanto necesitaban.
Y así luchó San Miguel, día tras día, hasta que finalmente el enemigo fue derrotado y el mundo volvió a la luz. Y al contemplar la belleza y la bondad del mundo que había sido salvado, dio gracias a Dios por el poder y la fuerza que le había dado y por el amor y el apoyo de todos los que habían orado por él.
En este día celebramos la fiesta de San Miguel Arcángel y damos gracias por el poder y la fuerza que trajo a nuestro mundo. Oramos para que podamos seguir sus pasos y luchar contra la oscuridad que aún amenaza con envolvernos. Y oramos para que siempre podamos recordar que no estamos solos en esta batalla, sino que somos apoyados y fortalecidos por el amor y las oraciones de todos los que están con nosotros. Amén.