Érase una vez, en el pequeño pueblo de Lisieux, Francia, había una joven llamada Thérèse Martin. Nació el 2 de enero de 1873 en una familia piadosa que le inculcó un profundo amor por Dios. Thérèse era una niña muy sensible ya menudo se sentía abrumada por el mundo que la rodeaba. Pero encontró consuelo y consuelo en su fe.
A medida que crecía, Teresa se volvió más y más devota de Dios. Ingresó al convento carmelita de Lisieux a los 15 años, y allí pasó el resto de su vida, sirviendo a Dios a través de la oración, el sacrificio y el amor. Teresa tenía un profundo conocimiento del amor de Dios y anhelaba compartirlo con los demás. Ha escrito extensamente sobre su viaje espiritual y sus escritos se han vuelto famosos en todo el mundo.
La vida de Teresa no fue fácil y sufrió enfermedades y luchas espirituales. Pero ella siempre se mantuvo fiel a Dios e inspiró a otros a hacer lo mismo. Murió el 30 de septiembre de 1897, a los 24 años, pero su legado sigue vivo. Fue canonizada por la Iglesia Católica en 1925 y ahora se la conoce como Santa Teresa de Lisieux.
Querido Dios,
Te damos gracias por la vida de Santa Teresa y por su ejemplo de amor y devoción hacia ti. Ayúdanos a seguir tus pasos y vivir nuestras vidas en el mismo espíritu de humildad, fe y amor. Te pedimos que nos bendigas y nos protejas y nos guíes en todo lo que hacemos. Oremos por la intercesión de Santa Teresa, para que nos ayude a crecer en el amor por ti y en el deseo de servir a los demás.
Amén.