Érase una vez, en la antigua ciudad de Myra, en la actual Turquía, había un hombre bondadoso y generoso llamado Nicolás. Era conocido por sus actos de caridad y su voluntad de ayudar a los necesitados, especialmente a los pobres y enfermos.
Un día, un hombre pobre llamó a la puerta de Nicolás, pidiendo ayuda con sus tres hijas que estaban a punto de ser vendidas como esclavas porque no podía pagar sus dotes. Nicolás, conmovido por la difícil situación del hombre, arrojó en secreto tres bolsas de oro a través de la ventana del hombre, proporcionando los fondos necesarios para las dotes. Este acto de bondad y generosidad se convertiría más tarde en una de las historias más famosas asociadas con Nicolás y cimentó su reputación como protector de los niños, los pobres y los oprimidos.
Con el tiempo, Nicolás se convirtió en una figura querida, y las historias de sus milagros y buenas obras se difundieron por todas partes. Era conocido como el santo patrón de los marineros, los comerciantes y los niños, y su reputación de generosidad y compasión inspiró a muchos a seguir sus pasos.
Hoy, San Nicolás es recordado y celebrado en todo el mundo el 6 de diciembre, día de su fiesta. En muchos países, los niños dejan sus zapatos en la víspera de la fiesta de San Nicolás, esperando que los llene de golosinas y pequeños regalos.
Mientras recordamos a San Nicolás y su legado de bondad y compasión, oremos:
Querido San Nicolás, pedimos tu intercesión y guía mientras buscamos seguir tu ejemplo de generosidad, compasión y amor. Ayúdanos a ver las necesidades de los demás y responder con amabilidad y desinterés. Protege y bendice a todos los vulnerables, especialmente a los niños, los pobres y los oprimidos. Que nunca olvidemos el mensaje de esperanza y amor que encarnaste y que siempre nos esforcemos por vivir vidas que reflejen tus enseñanzas. Amén.