Érase una vez, en un pequeño pueblo de Portugal, había un hombre llamado Antão. Era un cristiano dedicado que pasaba la mayor parte de su tiempo orando y ayudando a los demás. Un día, decidió dejar su pueblo e ir al desierto a vivir una vida de soledad y oración.
Durante muchos años, Antonio vivió en una cueva en el interior, dedicando su vida a Dios. La gente de los pueblos cercanos acudía a él en busca de sus bendiciones y orientación. Se le atribuyeron muchos milagros y su reputación como hombre santo se extendió por todas partes.
En su lecho de muerte, Santo Antão convocó a sus seguidores y los exhortó a seguir viviendo una vida de oración y servicio a los demás. Pidió que lo recordaran en su día conmemorativo y oraran por su alma.
Hoy, el día conmemorativo de Santo Antão se celebra el 17 de enero. En este día, personas de todo el mundo vienen a visitar su santuario y presentar sus respetos. Ofrecen oraciones y encienden velas en su honor, buscando sus bendiciones y guía.
Querido San Antão, tú que viviste una vida de oración y servicio a los demás, te pedimos por tu intercesión. Que aprendamos de su ejemplo y dediquemos nuestra vida a Dios. Que busquemos tu guía en tiempos de necesidad y que tus bendiciones estén siempre con nosotros. Amén.