Santa Zita nació en una familia pobre en la Toscana, Italia, en el siglo XIII. De joven, se convirtió en sirvienta de una familia rica en Lucca, donde trabajó duro y con gran devoción. Era conocida por su bondad, piedad y humildad, y pronto se convirtió en un querido miembro de la familia.
Un día, mientras barría la cocina, tuvo una visión de la Virgen María, quien le dijo que estaba destinada a grandes cosas. A partir de ese día, Zita redobló sus esfuerzos para servir a sus amos con mayor amor y dedicación. Se levantaba temprano cada mañana para asistir a misa y rezar, y pasaba el resto del día cocinando, limpiando y cuidando a su familia.
A pesar de su arduo trabajo, Zita nunca se quejó ni se amargó. Veía su trabajo como un servicio a Dios y consideraba un privilegio cuidar de los demás. Siempre se apresuró a ofrecer una palabra amable, una sonrisa amable o una mano amiga a cualquiera que lo necesitara, y muchas personas en Lucca han llegado a considerarla una santa.
Una de las historias más famosas sobre Zita se refiere a su milagrosa habilidad para estirar un suministro de harina. Un día, su amo le pidió que horneara pan para un gran grupo de invitados, pero cuando fue a la despensa, descubrió que solo había suficiente harina para una hogaza. Zita oró a Dios por ayuda, y cuando comenzó a amasar la masa, milagrosamente se expandió y llenó todo el horno. Todos los que probaron el pan quedaron asombrados por su sabor y textura, y la reputación de santidad de Zita se fortaleció aún más.
Zita siguió sirviendo a sus amos durante muchos años, hasta su muerte a la edad de 60 años. Su fama se extendió rápidamente por toda Italia, y muchos milagros se atribuyeron a su intercesión. Fue canonizada por el Papa Inocencio XII en 1696, y su fiesta se celebra el 27 de abril.
Oración a Santa Zita:
Querida Santa Zita, tú que viviste una vida de humilde servicio y gran devoción, te pedimos por tu intercesión. Ayúdanos a ver nuestro trabajo como una forma de servir a Dios ya abordarlo con amor, dedicación y humildad. Enséñanos a ser amables y generosos con los que nos rodean, especialmente con los necesitados. Y que los milagros de tu vida nos inspiren a crecer en la fe y la santidad. Amén.