Había una vez una mujer llamada Isabel que vivía en Hungría durante el siglo XIII. Nació en una familia real, pero su corazón estaba puesto en servir a los demás y difundir el amor de Dios. Isabel se casó a una edad temprana con el Príncipe de Turingia y se hizo conocida por su generosidad y amabilidad con los pobres y los enfermos.
A pesar de la oposición de la familia de su esposo, Isabel continuó dedicando su vida al trabajo caritativo y su reputación de bondad creció. Construyó hospitales, atendió a los enfermos y hambrientos, e incluso donó su propia ropa a los necesitados. Isabel fue un verdadero ejemplo de desinterés y fe.
Su vida llegó a un final trágico a la tierna edad de 24 años, pero su legado de compasión y servicio ha perdurado. El 17 de noviembre se celebra el Día de la Recordación de la Santa Reina Isabel, y su vida sirve de inspiración a personas de todo el mundo.
Querido Dios, te agradecemos por la vida de la Santa Reina Isabel y por su compromiso inquebrantable de servir a los demás. Que tu ejemplo nos inspire a seguir tus pasos, a anteponer las necesidades de los demás a las nuestras y a vivir una vida de amor y bondad. Ayúdanos a ser más desinteresados y dar generosamente a los necesitados. Amén.